TOMODACHI: NOSTALGIAS

TOMODACHI: NOSTALGIAS

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an Juan de Miraflores, un verano ardiente, una ciudad nueva, una esperanza, pasito a paso hacia el futuro, aquel  febrero de 1978 , arena y optimismo, unos niños jugaban al arte marcial, Los hermanos Tapia Jorge, Alberto, Carmen, Juan, Victoria, Jesús, Milagros, Anita,  jugando y jugando, fundaron el Tomodachi, hace tanto pero tanto tiempo. ¡Cómo pasa el tiempo!, me dijo un antiguo amigo al reconocerme en uno de esos sinuosos    caminos de la vida. ”¡Qué maravilla! ¡Claro que el tiempo pasa, pasa y pasa! Y ha pasado y seguirá pasando”. El dilema no es que los tiempos pasen, sino que tú te quedes quieto en un recodo viéndolo pasar. 
Permitiendo que el viento te marchite hasta desaparecer en moléculas para el polvo de la eternidad. Pero nosotros en el Tomodachi, que cumple el tiempo, un tiempo de 43 largos años, no hemos dejado pasar el tiempo, hemos trabajado con tesón, con alegría, con amor, frenando que nos arrastre el que se va. Y el tiempo pasará, pero sin ti: Tomodachi de nuestros amores. 

Grandes triunfos nos enorgullecen sin perder la ecuanimidad: Los hermanos Tapia Jorge, los Pissani, los Ríos, los Villagómez, los Romani, los Almarza, los Olivera, los Rosales, los Miyashiro, los Ikeda, los Garcia, los Shiguekawa, los Uceda, los muchos otros y muchísimos más, muchos campeones deportivos, muchos triunfadores de la vida, también mucha aflicción.
Para recompensa el poder llenarnos el alma de melancólicos recuerdos. Nuestras manos y nuestra mente plagada de laceraciones y cicatrices, sin rencor, ni resentimientos; pero con mucho agradecimiento, a tanta ilusión, tanto anhelo, tanta juventud. Cada nombre, cada miembro formamos el frondoso árbol Tomodachi, muchos se quedaron; pero siempre los añoramos, otros se fueron para no volver, al infinito, a sus cuarteles de invierno, pero su hálito siempre está con nosotros: Wilfredo Maldonado, Andrea Sovero, Paúl Canario, Hermelinda Pérez, Mabel Ríos, Percy Moina y otros más.
Claro que no es gratuita la travesía remontando los rápidos de los tiempos. Pero el desafío es continuar, sin doblar las rodillas. Hemos aprendido a respetar los tiempos y los años que han pasado. No los deshonramos comparándolos. De ninguno nos quejamos. Pero a ninguno añoramos. El año mejor es el que viene. Siempre el que viene. Aunque pueda ser el postrero. Y si así fuera, hay muchos “azules” corazones que tomarán la posta. TOMODACHI SIEMPRE.

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